La transformación digital es uno de los temas que va tomando mayor relevancia en la estrategia de negocio de directores, dueños e inversionistas en los años recientes. Y no es para menos. Se trata de un parteaguas que implica que llevarlo a cabo o no, sea el diferenciador de la permanencia o desaparición de las empresas dentro de un entorno altamente competido. El uso correcto de la tecnología posibilita a las organizaciones resolver importantes retos como una impecable atención al cliente, mayor rapidez para entregar sus productos o servicios, reducir costos operativos, pronosticar flujo de efectivo, incrementar la capacidad de su personal, crear planes de negocio más precisos, acceder a nuevos mercados, elevar la calidad e inclusive rediseñar sus modelos de negocio.
No obstante, a los ostensibles beneficios de la transformación digital, muchas empresas en México, especialmente medianas y pequeñas, continúan gestionando sus operaciones con hojas de cálculo y correo electrónico en el mejor de los casos. Los dueños y directivos siguen involucrados en aspectos operativos -dejando a un lado los estratégicos- y cada vez encuentran menos horas en el día para resolver sus problemas cotidianos. El horario de trabajo se ha extendido a más de 14 horas diarias, lo cual es insostenible. Más trabajo y menos resultados. Bajo esta dinámica es imposible escalar la eficiencia y el tamaño de negocio que el mercado está exigiendo. El resultado final: un proceso de extinción lento y doloroso.
En la otra cara de la moneda están aquellas empresas que han decidido dar un paso adelante en la transformación digital, han creado una ventaja competitiva que les está permitiendo crecer su márgenes operativos, su participación de mercado, su valor accionario, esto es, están garantizándose cierta estabilidad dentro de los mercados en los que compiten y al mismo tiempo descubriendo algo muy valioso para su futuro inmediato: están mejor valuadas por bancos, inversionistas privados y por fondos de inversión.
¿Qué tan importante es esto? Vale la pena hacer un breve recuento. La crisis financiera global de 2008 provocó que un importante número de bancos centrales se reunieran para crear medidas adicionales a las tomadas en 1998 (Basilea I) y 2004 (Basilea II), ampliado con más robustos y exigentes requisitos de índices de solvencia y liquidez, más facultades de intervención de autoridades y mayor transparencia en declarativa de instrumentos derivados que evitasen repetir un nuevo colapso de tal magnitud, entre otras previsiones. A esta nueva corrección se le conoce como Basilea III (para mayor referencia visitar la página: http://www.basel-iii-accord.com/). México, con el doloroso recuerdo de ser un país que ha sufrido de importantes crisis financieras, adoptó decidida y prácticamente en su totalidad dichas recomendaciones haciendo que su sistema financiero sea uno de los más sólidos del mundo. Sin embargo, si bien tal decisión ha traído estabilidad económica, también ha cobrado un importante costo para los usuarios y demandantes de crédito, pues los bancos y las instituciones financieras tienen que cumplir con una regulación muy estricta para prestar dinero. En la misma medida demandan que aquellos a quienes solicitan recursos, cuenten también con estructuras regulatorias y de transparencia interna más robustas. En otras palabras, las empresas que solicitan recursos para capital de trabajo, factoraje, créditos simples u otras operaciones relacionadas, deben cumplir con una serie de requisitos y obligaciones que se vuelven una barrera de acceso importante y por lo tanto, no obtienen dinero para financiarse. Una empresa joven, emprendedora e innovadora que se encuentre en la búsqueda de capital para crecer, estará en serios aprietos para encontrar fondeo. Una empresa estable, con historial crediticio, garantías hipotecarias atractivas y fuente de repago comprobable, tendrá mayores ventajas para obtener crédito. Por un lado, sí, tenemos una banca muy sólida, pero por el otro, el acceso a los recursos está restringido, ¿esta será la vía correcta para fomentar el agresivo crecimiento económico que necesitamos?
Esta situación está abriendo diferentes posibilidades y una de ellas son los fondos de inversión. Esta opción propone una oferta de valor muy interesante pues es en realidad un “socio temporal” que aporta recursos para los proyectos de la empresa con una visión a largo plazo, pues se comprometen con el resultado final de las empresas ya que siempre estarán buscando una salida para capitalizar su inversión inicial. Cuando un fondo de inversión evalúa el valor presente de una empresa para inyectarle dinero, evalúa también el valor futuro que ésta tendrá en un periodo promedio de 5 años. Es decir, si un fondo de inversión decide invertir recursos en la empresa es porque ve un potencial de negocio futuro y decide comprometerse con él. La pregunta que surge es ¿y que pasa al término de los 5 años? Hay varias opciones que tienen que ver con la estrategia de negocios establecida: a) los accionistas actuales pueden comprar su parte al fondo de inversión a la valuación acordada; b) el fondo puede vender su parte a un tercero interesado o; c) ambos pueden vender toda la compañía a un tercero si el precio es atractivo. En cualquiera de los casos es un ganar-ganar porque al final lo que se tiene es una empresa más atractiva para el mercado y por lo tanto de mayor valor.
¿Cuál es la ventaja de los Fondos de Inversión vs la Banca Institucional? La diferencia estriba en que los primeros entienden perfectamente que para catapultar la empresa a los niveles que se requiere es necesaria la transformación de la empresa. Son implicados y participantes activos. Es su capital el que está en riesgo y entienden por tanto que para lograr el impulso que una empresa requiere en un menor tiempo posible es, entre otras actividades, a través de la tecnología. Por tanto, los fondos de inversión son uno de los más importantes impulsores de la transformación digital. Reciben empresas con procesos muy deficientes, invierten en ellas y las transforman en organizaciones altamente competitivas. Su objetivo es generar rentabilidad constante y creciente. Parte de su secreto está en la implementación de tecnología, especialmente en los procesos relacionados directamente con las ventas, operación y la gestión.
Este modelo de negocio se está expandiendo rápidamente en México y se puede observar una tendencia positiva de empresas que han iniciado su proceso de transformación digital. Las empresas de tecnología nos hemos convertido en un catalizador importante en todo este proceso y hemos sofisticado nuestra oferta para alinearla a todos estos objetivos operativos y financieros, es por ello que nos hemos convertido en sus grandes aliados.
Los negocios que han decido adoptar la transformación digital, tienen, por este simple hecho de adoptarla, una importante ventaja competitiva. ¿Por qué esperar a que intervenga un fondo de inversión en lugar de iniciar el proceso de una vez?
Sobre el autor: Vicente Viniegra cuenta con alrededor de 30 años de experiencia laboral en el sector tecnológico y más de 15 en el área de ventas y de negocios. Es Socio Director en Pridecta, firma consultora especializada en preparar empresas para llevarlas a fondos de inversión y Director General en Enable España.
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